martes, 25 de noviembre de 2014

IV.- PRACTICA DE ESTE SUAVISIMO CULTO, Y UTILIDADES QUE DE EL SE SIGUEN


Para acabar de conocer perfectamente la excelencia del sagrado culto del Corazón divino de Jesús, resta considerarle por los dos últimos respectos que propusimos arriba, y son: los ejercicios que en él se practican y le constituyen, y las maravillosas utilidades y frutos, que de él se siguen. Y porque la grandeza de éstos se conocerá mejor, explicando aquéllos, propondré primero el uso o práctica de este dulcísimo culto.
El culto, pues, del sacratísimo Corazón de Jesús puede ser interior y exterior. El interior consiste en el ejercicio de la memoria, entendimiento y voluntad acerca del mismo deífico Corazón. La memoria debe acordarse familiar, frecuente y amorosamente de este divinísimo Corazón106 y de sus admirables perfecciones. El entendimiento debe ejercitarse en el conocimiento de sus soberanas excelencias, pensando y penetrando bien cuánta sea su dignidad, su santidad y perfección, cuántos tesoros de gracias celestiales están depositados en este sacrosanto Corazón; cuánto padeció por la gloria de Dios y salvación de los hombres; cuán amado es de toda la Santísima Trinidad y, en fin, cuán digno sea de nuestra veneración y amor. Este conocimiento107 de la amabilidad del Sagrado Corazón de Jesús, que es el fundamento del culto que vamos explicando, se imprimirá en el alma con la meditación de sus infinitas excelencias, las que con este fin procuramos insinuar en el párrafo segundo, que podrán suministrar materia bien fecunda a las almas que tratan de oración.
La voluntad 108 seguirá al conocimiento con los afectos que corresponden a la infinita excelencia de este Sagrado Corazón, a su dignidad suprema, a todas sus perfecciones, con una gran admiración, glorificación y alabanza al infinito amor para con los hombres, con amor ardiente y agradecido; y así otros innumerables afectos que el amantísimo Jesús se dignará infundir en nuestras almas. Y estando ciertos que no hay cosa más amada del Eterno Padre entre las criaturas que el Corazón sacrosanto de su Divino Hijo, nos valdremos del mismo Sagrado Corazón para hacer nuestras acciones más aceptas y agradables a la Divina Majestad, uniendo cuanto hiciéremos o padeciéremos con lo que hizo y padeció el mismo divino Corazón de Jesús.109 Por este dulcísimo Corazón podemos adorar, alabar, dar gracias, pedir beneficios y perdón de nuestras culpas; no dudando conseguirán el efecto deseado nuestras súplicas si nos valemos de este soberano Corazón para con toda la Santísima Trinidad; pues es el objeto de las complacencias de todas las tres divinas Personas; así lo practicaba y enseñaba el dulcísimo espíritu de San Francisco de Sales110, como se puede ver en muchas de sus cartas espirituales. Finalmente, cotejando111 el infinito amor con que se abrasaba el Corazón de Jesús para con los hombres, con la ingrata correspondencia de éstos, y considerando que nosotros somos del número de estos ingratos, nos ejercitaremos en actos de confusión, dolor y arrepentimiento; y ofreceremos cuanto nos sea posible la enmienda, prometiendo reparar de nuestra parte las ofensas que ha recibido de nuestra ingratitud y de la de los demás hombres, particularmente en el Santísimo Sacramento. Este es el obsequio que el amorosísimo Jesús desea principalmente para su amante Corazón. Hasta aquí el culto interior.
El exterior consiste en todas aquellas piadosas acciones exteriores,112 que son señales del culto interior; como son las que frecuentemente vemos practicar a los fieles, es a saber: hacer novenas, adorar las imágenes, visitar templos, adornar altares o erigirlos, asistir a los divinos Oficios y frecuentar Sacramentos, limosnas, obras de penitencia, ejercicios de caridad, humildad y otras virtudes; ejecutando todo esto en honra del deífico y adorable Corazón de Jesús y en reverencia de aquellas virtudes que se hallaron en el divino Corazón en un modo indecible y sobre toda ponderación.
Pero particularmente y con especial devoción se deben practicar aquellas acciones que el mismo Jesús señaló en su revelación a la V. Margarita.113 Hase pues de consagrar al Sagrado Corazón el viernes inmediato a la Octava del Corpus, empleando todo este día en los obsequios más propios. Débese considerar el fin, la razón y motivos que Jesús tuvo en la manifestación de este culto: para esto ayudará lo que dejamos dicho hasta aquí. La confesión de este día se ha de hacer con especial memoria y dolor de las irreverencias, tibiezas y pecados que en todo el año hubiéremos cometido contra Jesús Sacramentado. Hemos de comulgar con el extraordinario fervor de quien quiere compensar con aquella comunión las faltas de todas las demás. En la acción de gracias se ha de ejecutar lo que expresamente prescribió el amantísimo Jesús en la revelación referida: esto es, llorar con lágrimas nacidas de lo más íntimo del corazón y con un entrañable dolor las irreverencias cometidas contra el divino Sacramento, ofreciéndole aquéllas para lavar sus ofensas, y éste para reparar sus injurias.
Este día se visitarán más frecuentemente los templos, para suplir la negligencia de muchos cristianos que apenas entran en ellos sino compelidos por la Santa Iglesia. En especial se visitará cinco veces a Jesús en la Eucaristía: 1, en acción de gracias por la institución del Santísimo Sacramento; 2, por las muchas veces que le hemos recibido y, con él, innumerables beneficios; 3, en satisfacción de las injurias y sacrilegios cometidos por los herejes; 4, por las innumerables y gravísimas ofensas de los católicos; 5, por compensar la soledad 114 que el Santísimo Sacramento tolera en tantos lugares, aldeas y aun ciudades de la cristiandad. Podrán añadirle, según la devoción de cada uno, oraciones, preces o afectos de alabanza del sacratísimo Corazón de Jesús,115 con otras obras de caridad, humildad, penitencia, etc., que son frecuentes para culto de otros misterios o festividades.
Puédese dedicar un día cada mes al mismo Sagrado Corazón, como lo practica toda la Orden de la Visitación a imitación de la V. Margarita (a quien mandó el mismo Jesús que así lo hiciese) , en que se hagan los mismos ejercicios de confesar, comulgar, etc. y puede ser el viernes primero de cada mes y aun de cada semana: pues vemos que hay día en todas las semanas consagrado a la memoria de la institución del Santísimo Sacramento,116 de la Sagrada Pasión 117 y de la Santísima Virgen.118 Algunos devotos del divino Corazón de Jesús no dejan pasar día, ni hora y, si pudiese ser, ni momento, en que no piensen, adoren y amen al Santísimo Corazón, en quien viven, respiran, duermen seguros y desean morir y descansar feliz y eternamente. ¡Oh! Imitemos a estos felices adoradores del Corazón amabilísimo de Jesús. Para confirmación de lo dicho, para autoridad del sagrado culto del Corazón de Jesús y para ejemplar de los ejercicios que pueden practicar sus devotos, se ponen aquí las devotísimas prácticas de algunas personas insignes en la santidad y en la mística, para que cada uno escoja las que le pareciere119 y más devoción le causaren.

Práctica 1

Ludovico Blosio,120 de la esclarecida Orden de San Benito, tan célebre entre los místicos, dice así: “Encomienda tus obras y ejercicios al sacratísimo y melífluo Corazón de Jesús para corregirlos y perfeccionarlos”. Y en otra parte nos aconseja orar al Padre Eterno en esta forma: “Padre Celestial, yo os ofrezco en lugar de la sequedad fría y miserable de mi corazón, los ferventísimos deseos y el ardentísimo amor del Corazón amado de tu Hijo Jesucristo”. Y en otra exclama: “¡Ojalá este Corazón suavísimo, este ameno gazofilacio de la bienaventuranza sea mi consuelo y mi salud en la muerte, y después mi morada eterna!”

Práctica 2

Juan Lanspergio,121 de la Sagrada Religión Cartusiense, declaró con aquella insigne piedad que le mereció el renombre de Justo, su sentir acerca del culto del Corazón de Jesús; pues tratando de él de propósito, dice así: “Procura ejercitarte y frecuentar con piadosa devoción el culto del piadosísimo Corazón de Nuestro Señor Jesucristo, copiosísimamente comunicativo de amor y misericordia; besándole y entrándote en él espiritualmente. Cuanto pidieres, pídelo por este dulcísimo Corazón, ofreciendo por él tus ejercicios; porque es el tesoro de todas las gracias, y la puerta122 por donde nos llegamos a Dios y Dios a nosotros. Pon alguna imagen123 del Corazón de este Señor en algún lugar por donde has de pasar frecuentemente, para recuerdo e incentivo de tu amor. ... Conviene, y es ejercicio muy piadoso, rendir devotos obsequios al Corazón de Jesús; en el124 debes refugiarte en todos tus trabajos y peligros: pues en él hallarás consuelo y gracia; y cuando te desampararen y engañaren todos los corazones de los mortales, está seguro que este fidelísimo Corazón no te dejará ni te engañará”.

Práctica 3

El Padre Diego Alvarez de Paz,125 de la Compañía de Jesús, tan conocido de todos los hombres espirituales por sus copiosos y devotísimos escritos en la Teología Mística, después de haber explicado las virtudes del Corazón de Jesús, dice así: “Procurarás entrar en el Corazón de Jesús y considerarle atentamente para formar tu corazón a su semejanza.126 Este Corazón santísimo es el camino para la mansión eterna, que es la Divinidad de Cristo; es la puerta por donde entramos a contemplar al mismo Dios. ... ¡Oh Salvador de los hombres, Cristo Jesús! Abridme, Señor, vuestro Corazón, puerta de la vida y fuente127 de agua viva, para que me entre por el conocimiento de vuestra Majestad y para que beba por el mismo divino Corazón el agua de la verdadera virtud, que apaga toda la sed de las cosas temporales”.

Práctica 4

Quejábase aquella regalada Esposa del Corazón de Jesús, Santa Gertrudis, de las distracciones que padecía en su oración, cuando se le apareció su divino Esposo, quien para consolarla, descubriendo su Deífico Corazón, la dijo: “Ves aquí mi Corazón dulcísimo, órgano de la Veneranda Trinidad: póngole delante de tus ojos, para que confiadamente le encomiendes todas las cosas, que por tu fragilidad no pudieres cumplir; que él suplirá tus faltas; y así aparecerán todas tus obras muy perfectas delante de mis ojos. ... En adelante siempre te asistirá mi Corazón y estará pronto en cualquiera hora para suplir tus negligencias”.

Práctica 5

Aquella heroína de la gracia, la V. M. María de la Encarnación,128 a quien la Francia justamente da el renombre de otra Santa Teresa, honor de las Madres Ursulinas y apóstol 129 de las Islas Canadas,130a donde navegó por revelación divina y orden de sus superiores y fundó un Monasterio para educación piadosa de las niñas gentiles; esta prodigiosa mujer descubre una excelente práctica al Corazón dulcísimo de Jesús, enseñada por el Padre Eterno. Pidiendo, pues, una noche al Eterno Padre la dilatación de la fe, y sintiendo que a su oración, aunque agradable a los divinos ojos, la faltaba alguna cosa para ser despachada favorablemente, y suplicando humilde y fervorosamente la diese su Majestad a conocer lo que la faltaba, sintió de repente un rayo de divina luz, a que se siguió esta voz:: “Pídeme por el Corazón de mi amantísimo Hijo Jesús: por este Corazón te oiré131 y por él alcanzarás cuanto me pides”. Desde esta hora se encendió su alma en tanto amor del sacrosanto Corazón de Jesús, que ni hablar ni vivir podía sino por él: y todos los días de su vida, si no forzada de alguna urgencia inevitable, no dejó de practicar la siguiente devota forma de pedir al Padre Eterno por el Sagrado Corazón de su Unigénito.132
“¡Oh Padre Eterno! Por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino, llego a Vuestra Majestad: por medio de este adorable Corazón, os adoro por todos los hombres que no os adoran; os amo por todos los que no os aman; os conozco por todos los que voluntariamente ciegos no quieren conoceros: por este divinísimo Corazón deseo satisfacer a Vuestra Majestad las obligaciones que os tienen todos los hombres. Doy vuelta con el pensamiento a todo el mundo, buscando las almas redimidas por la preciosa Sangre de mi Esposo, para satisfacer por ellas a Vuestra Majestad por medio de este Sacrosanto Corazón: a todas abrazo, y os las presento por el Corazón de Jesús: pido a Vuestra Majestad la conversión de todas por el mismo suavísimo Corazón. ¡Ah! No permitáis que sea por más tiempo ignorado de ellas mi amado Jesús! Haced que vivan por Jesús, que murió por todas. Estáis viendo, Padre Divino, que muchas almas están ciertamente muertas; ¡Ah¡ Haced, os ruego encarecidamente por este divino Corazón de Jesús que, finalmente, empiecen ya a vivir. Presento a Vuestra Majestad, sobre este santísimo Corazón, a vuestros siervos NN. (aquí se pueden poner los nombres de los que fueren de la devoción de cada uno): pídoos por mi divino Esposo que, siendo su protector el mismo deífico Corazón, merezcan estar con vos eternamente”.
Después, dirigiendo su oración al mismo Verbo Encarnado, proseguía en esta forma: “Bien sabéis vos, amado mío, todo lo que deseo decir a vuestro Padre por medio de vuestro divino Corazón; y que cuando hablo así a vuestro Padre, también hablo con Vuestra Majestad; porque vos estáis en el Padre y el Padre en vos:133 perfeccionad, pues, con él todos mis deseos. ... ¡Oh mi Divino Esposo! ¿Qué volveré a Vuestra Majestad por los innumerables beneficios, que de vos he recibido? Quiero daros gracias por medio de vuestra divinísima Madre. Yo os ofrezco el Sagrado Corazón de vuestra santísima Madre en la forma que ofrecí el vuestro al Eterno Padre. Por este sacrosanto Corazón de vuestra Madre134 abrasado en tanto amor de Vuestra Majestad, os amo; os ofrezco en acción de gracias los sagrados pechos que mamásteis, y el seno virginal en que quisísteis habitar, por todos los beneficios recibidos, por la enmienda de mi vida, y santificación de mi alma. En fin, me vuelvo a la Santísima Virgen y la digo cuanto me sugiere mi afecto”. Hasta aquí la práctica de la V. Madre María de la Encarnación.

Práctica 6 135

No era justo omitir la práctica que se puede sacar de una admirable revelación136que, entre otras, hizo el dulcísimo Jesús a la V. Margarita de Alacoque, a quien quiso el Señor tomar por instrumento para excitar en estos tiempos el culto de su divinísimo Corazón. Escribiendo, pues, esta esclarecida Virgen a su Director, le dice así: “Un día de San Juan Evangelista, después de haberme hecho mi amantísimo dueño un favor, casi del todo semejante al que hizo en la última Cena a su Amado Discípulo, me puso delante aquel su sacrosanto Corazón, que difundía rayos de maravillosa claridad por todas partes, transparente como un tersísimo cristal y elevado en un trono de fuego y llamas. Descubríase distintamente la llaga que hizo en él la lanza: estaba ceñido de una corona de espinas; en la parte superior se ostentaba la cruz. Estas insignias137 de la Pasión significaban (según me declaró Jesús) que todo lo que padeció el Señor para salvarnos, fue por amor. Entonces añadió el amantísimo Jesús que deseaba vehementemente ser correspondido de los hombres con amor y que, movido de este deseo, había determinado manifestarles su Corazón y abrirles este tesoro de amor, de misericordia y de todas las gracias conducentes a su salvación y perfección. Que su fin era que todos los que quisiesen rendir la reverencia y amor debido a este sacrosanto Corazón, fuesen partícipes de las infinitas riquezas138 que estaban depositadas en él. Afirmó que el particular culto a su divino Corazón le era sumamente agradable. Y así, que también quería que la imagen de su Corazón, perfectísimamente delineada, se expusiese a vista de los fieles,139 para que con tan amable objeto se ablandase la dureza de sus corazones. Ofrecióme Jesús que todos cuantos reverenciasen con especial culto la imagen de su Sagrado Corazón, serían colmados de celestiales dones, que dimanarían de la plenitud de su divinísimo Corazón”.
De todas estas prácticas se puede aprender el modo de ejercitarse útilmente en este sagrado culto; como también se puede sacar de esta última, cuán provechosa sea a los fieles y cuán grata al divino Corazón la veneración de sus imágenes,140 pues con tales premios promete remunerarla.
Explicados ya los ejercicios que constituyen el culto del Corazón de Jesús, se dejan ver claramente las virtudes y frutos que de él se siguen en bien de las almas.141  Porque ¿qué mayor utilidad que el ejercicio de tantas heroicas virtudes, que en ningún otro culto se verán más frecuentemente practicadas? ¿Qué cosa más útil a las almas que ejercitarse continuamente en la adoración de Jesús, en la acción de gracias, en el sentimiento de las divinas ofensas, en la confusión, en el arrepentimiento, en el dolor de los pecados, en visitar los templos, en frecuentar los Sacramentos, en celar la mayor gloria divina? Y en una palabra, ¿qué mayor utilidad de las almas que corresponder al amor infinito, con que aquel sacrosanto Corazón nos ama, y reparar sus ofensas con cuantos obsequios puede inventar la piedad cristiana? Pues la práctica de tantas virtudes ¿qué frutos no tendrá en los fieles y en toda la Santa Iglesia? Serán sus frutos el enriquecer las almas con soberanos dones, el reformar las costumbres estragadas y el encender el fuego del amor divino, resfriado en los mortales. Estos son los frutos profetizados por Santa Gertrudis, cuando dice que el manifestar las excelencias del Corazón de Jesús estaba reservado por la Divina Providencia para los últimos tiempos, como medio el más eficaz para renovar el mundo y encender en él el amor de Dios, que entonces se iría resfriando.142 Estos son, en fin, los frutos prometidos por Jesús a su Esposa Margarita143 en aquellas vivas expresiones: “Te empeño mi palabra, que mi Corazón se derramará en copiosos influjos de su amor, llenando de celestiales gracias a cuantos le rindieren este culto y procuraren que otros también se le rindan”.144
Mídase ahora la excelencia de este culto por la de sus ejercicios, de sus utilidades y de sus frutos, y se entenderá la verdad de lo que no dudamos afirmar arriba, ni repetir ahora; esto es: que entre toda la variedad de solemnes cultos, que hermosean la Iglesia, no se hallará alguno más excelente, más noble y más sublime que éste del Corazón de Jesús, fuente de todas las gracias y de la vida. ¡Oh, si los que él mismo ha constituído por Pastores145 en su Iglesia trajesen a todas sus ovejas a beber las saludables aguas de esta dulcísima fuente!  146                                                   

105 A continuación de este Párrafo tercero de las ediciones de Valladolid y Barcelona, el P. Loyola introduce en la nueva edición de Madrid (1736) un capítulo, titulado: Escuela del Corazón Sagrado de Jesús, compuesto de cinco meditaciones sobre el Corazón del Señor, cada una de las cuales se compone de tres consideraciones, seguidas de afectos y propósitos.
106 Este “acordarse familiar, frecuente y amorosamente de este divinísimo Corazón” lleva consigo una habitual presencia de Dios. Esta presencia es la que el P. Hoyos vivía y la que testimonia en sus apuntes de los Ejercicios que hizo a principios de septiembre de 1733. Dice así: “Fuera de la oración, en todos los ejercicios o espirituales o corporales ha andado el alma endiosada o, para explicarme mejor, encorazonada en el Corazón dulcísimo de mi amor Jesús: siempre le hallaba conmigo o me hallaba a mí en él: ni andar, ni hablar, ni comer, ni escribir, ni leer, ni menearse, ni casi respirar puedo sin tener en mi alma aquel dulcísimo Corazón, objeto de mis afectos, centro de mi amor, blanco de mis deseos, término de mis esperanzas, campo de mis delicias, motivo de mis complacencias, incentivo de mis gozos, vida de mi alma, alma de mi vida, alma de mi corazón y corazón de mi vida y alma. En este Corazón habito, en este Corazón vivo, en este Corazón amabilísimo muero de amor”
107 “Este conocimiento...es el fundamento del culto”. Así es. No se puede amar sino aquello que se conoce. Decía Jesús en la última Cena: “ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti y a tu enviado Jesucristo” (Jn 17, 3).Aquí radica la fuerza y la dynamis de la devoción al Corazón de Jesús: que lleva a un conocimiento hondo del Señor; no se queda uno apresado en los vestidos del Señor, sino que penetra hasta lo íntimo de sus pensamientos, afectos, deseos, preocupaciones... Un auténtico devoto del Corazón de Cristo no sólo le conoce, sino que le “saborea”, le “gusta internamente”. Ya decía el profeta Jeremías: “no se goce el sabio en su sabiduría, el fuerte en su fortaleza, el rico en sus riquezas; sino que en esto se gloríe quien se quisiera gloriar: en sabermey conocerme a mí”. Este “saber” se traduce no con la palabra “scire” (saber de un modo intelectual), sino con la palabra “sapere” (saborear, gustar afectivamente). Es este conocimiento el que pedía el P. Hoyos haciendo los Ejercicios de San Ignacio. En más de la mitad de las peticiones se pide expresamente: “conocimiento interno del Señor para que más le ame y le siga”. Alabando esta devoción decía Pío XI: “¿no es cierto que la devoción al Corazón de Jesús conduce a las almas a un conocimiento más íntimo de Jesucristo, a amarle más intensamente y a seguirle con mayor fidelidad?”
108 El P. Loyola sugiere para meditar el método llamado de “las tres potencias” (ejercitar la memoria recordando, el entendimiento discurriendo y la voluntad afectando), que San Ignacio propone en su libro de los Ejercicios. Se le ha considerado como el método típicamente “ignaciano” de oración, cuando en realidad no es así, puesto que hay muchas más contemplaciones, aplicaciones de sentidos...que meditaciones propiamente dichas.
109 Este precioso párrafo nos habla ya, en 1734, de lo que más tarde sería el Apostolado de la Oración. Consiste éste en ofrecer a Dios todas nuestras acciones, alegrías y penas, toda la jornada de cada día en unión con el Corazón de Jesús y ofreciéndonos con él para la salvación del mundo. Aunque nacerá un siglo más tarde (3 de diciembre de 1844) en el escolasticado jesuita de Vals, en Francia, y de allí, como reguero de pólvora, se extenderá enseguida por toda la Iglesia, ya lo tenemos vivo y actual en tiempo del P. Bernardo de Hoyos. Esta espiritualidad del “ofrecimiento de obras” ya la vivían los novicios en el Noviciado de Villagarcía, donde entró el P. Bernardo de Hoyos. Ellos mismos solían copiar una especie de Apuntes espirituales, en que se decía la manera de hacer con perfección todas las obras del día. Esos Apuntes se publicarían algunos años después con el título de Prácticas espirituales para el uso de los Hermanos Novicios de la Compañía de Jesús del Noviciado de Villagarcía. Su autor sería el P. Francisco Javier Idiáquez, Rector del Colegio-noviciado, y la fecha de su publicación fue el año 1758, tan sólo nueve años antes de que todos los jesuitas fueran expulsados de España por Carlos III. En aquellos Apuntes, que copiaba con diligencia el novicio Bernardo, se decía entre otras cosas: “El fin de un novicio jesuita es formarse perfecta imagen de Jesús, copiando en su alma la perfección de sus acciones y virtudes de esta divina imagen del Padre... Al tiempo de ejecutar cualquier acción, verá brevemente cómo la ejecutaría Jesús y se alentará a imitarlo cuanto con su divina gracia le fuere posible... Y para alentarse a mayor devoción y perfección ofrecerá cualquiera de sus acciones en particular a N. Señor en esta forma: 1) Unirá su obra con otra semejante de Cristo Jesús  2) Ofrecerla a mayor gloria de Dios, de Jesús, de María santísima... Pedir al Señor lo que desea y necesita, principalmente agradar a su Majestad en aquella obra, según toda la extensión del fervor que Jesús pretende de su vida. Jamás omita la devotísima práctica de ofrecer sus obras unidas en particular con las de Jesús”
110 En buena parte ésta es la espiritualidad de San Francisco de Sales. El se adelantó al Vaticano II haciendo hincapié en que los seglares estaban llamados a la santidad y que habrían de santificarse en medio del mundo y de sus ocupaciones profanas. En su Introducción a la vida devota escribe así el famoso obispo de Ginebra: “En la misma creación del mundo, Dios mandó a cada planta que produjera fruto según su especie, e igualmente a los cristianos, que son las plantas vivas de su Iglesia, les ordena que cada uno produzca fruto de acuerdo con sus cualidades, estado y vocación... La abeja recoge el néctar de las flores de tal forma que no sólo no las daña o las destruye, sino que la deja tan íntegras como las encontró. Lo mismo ocurre con la auténtica devoción, pues no sólo no destruye ninguna clase de vocación u ocupación, sino que la adorna y la corona...; es un error, incluso una herejía, querer excluir del ejercicio de la devoción a los soldados, a los operarios y a los casados... Por lo tanto, en cualquier situación en la que nos encontremos, debemos y podemos aspirar a la perfección” (parte 1ª, cap 3)
111 “Cotejando”, es decir, comparando el inmenso amor de Jesucristo con nuestra ingratitud o poca correspondencia es el mejor acicate para lanzar al alma a un amor más hondo y generoso al Señor. Este cotejar lo emplea San Ignacio en sus Ejercicios espirituales para producir en el alma arranques de arrepentimiento, de amor y de entrega al Señor. Así dirá en la meditación de los pecados: “El cuarto (punto): considerar quién es Dios, contra quien he pecado, según sus atributos, comparándolos a sus contrarios en mí: su sapiencia a mi ignorancia, su omnipotencia a mi flaqueza, su justicia a mi iniquidad, su bondad a mi malicia” (Ejercicios espirituales, nº 59). Santa Teresa lo dirá de una forma más gráfica y emotiva: “Que siempre que se piense de Cristo nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuán grande nos lo mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene; que amor saca amor” (Vida, cap 22, 14), y en otro pasaje:“Despierte en sí la voluntad algunas razones que de la misma razón se representarán de verse tan mejorada, para avivar este amor, y haga algunos actos amorosos de qué hará por quien tanto debe...” (Vida cap 15, 6)
112 Nos recuerda este párrafo de Loyola lo que su homónimo y Fundador de la Compañía de Jesús escribió en el libro de los Ejercicios. En aquel ambiente protestante del siglo XVI, en que éstos despreciaban tantos actos externos de devoción, intuyó Ignacio de Loyola que allí había algo profundamente religioso y que podía ser vehículo de unión con Dios, por ello escribirá: “Para el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener, se guarden las reglas siguientes: 2ª regla: alabar el confesar con sacerdote y el recibir del sanctíssimo sacramento una vez en el año, y mucho más en cada mes... 3ª regla: alabar el oir misa a menudo, asimismo cantos, psalmos y largas oraciones en la iglesia y fuera de ella.... 6ª regla: alabar reliquias de sanctos, haciendo veneración a ellas, y oración a ellos: alabando estaciones, peregrinaciones, indulgencias, perdonanzas, cruzadas y candelas encendidas en las iglesias.   7ª regla: alabar constituciones cerca ayunos y abstinencias, así como cuaresmas, cuatro témporas, vigilias, viernes y sábados; asimismo penitencias no sólo internas, mas aun externas.  8ª regla: alabar ornamentos y edificios de iglesias; asimismo imágines, y venerarlas según que representan”  (Ejercicios espirituales, nº 354, 355, 358-360)
113 Pone aquí el P. Loyola tres prácticas concretas: 1) celebrar la fiesta del Corazón de Jesús (el viernes después de la octava del Corpus) con la comunión reparadora  2) hacer ese mismo día cinco visitas a Jesucristo para reparar la frialdad de los hombres al Sacramento de la Eucaristía  3) dedicar un día al mes a honrar de modo especial al Corazón de Jesús y sugiere que sea el primer viernes de cada mes. Son prácticas que “el mismo Jesús señaló en su revelación a la V. Margarita”. En la llamada “Gran Revelación” se dice:”....Por esto te pido que se dedique el primer viernes de mes después de la octava del Santísimo Sacramento a una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando ese día (comunión reparadora) y reparando su honor en un acto público de desagravio (acto de desagravio al Sagrado Corazón, del que hemos hablado ya en estas notas), a fin de expiar las injurias que ha recibido durante el tiempo que he estado expuesto en los altares....(aquí encajarían las cinco visitas que se hacen ese día)”. Esta revelación tuvo lugar el 16 de junio de 1675. Cinco días más tarde, el 21 de junio (que coincidía precisamente con el viernes siguiente a la octava del Corpus) Santa Margarita y su Director San Claudio de la Colombière se consagraban al Corazón de Jesús. Como dice el P. José Mª Saenz de Tejada “Era la primera “Fiesta del Amor”, la primera fiesta íntima en que se honraba al Sagrado Corazón de Jesús según las enseñanzas de Ëste a su Santa Evangelista” (Vida y Obras de Santa Margarita, pg 39). Es en la tercera revelación de 1674 cuando el Señor le pide:” Comulgarás, además, todos los primeros viernes de cada mes” (idem, pg 35)
114 Este aspecto de “compensar la soledad” fue la gracia típica del Beato Don Manuel González, el Fundador de la Obra eucarística conocida con el nombre de “Marías de los sagrarios y discípulos de San Juan”. Como Ignacio de Loyola experimentó una gracia “especial” en la cueva de Manresa, el Beato Don Manuel la sintió ante el sagrario desvencijado y pleno de abandono de Palomares del Río. Toda su vida la gastó en aminorar ese abandono de sagrario, causa de todos los males –repetía él continuamente. Hasta en su sepultura, cuando ya su lengua quedó muda, quiso recordarnos esta idea. En el epitafio que él mismo escribió y que puede verse aún en la capilla del Sagrario de la catedral palentina, leemos estas palabras: “PIDO SER ENTERRADO JUNTO A UN SAGRARIO, PARA QUE MIS HUESOS, DESPUÉS DE MUERTO, COMO MI LENGUA Y MI PLUMA EN VIDA, ESTÉN SIEMPRE DICIENDO A LOS QUE PASEN: ¡AHÍ ESTÁ JESÚS! ¡AHÍ ESTÁ! ¡NO DEJADLO ABANDONADO! MADRE INMACULADA, SAN JUAN, SANTAS MARÍAS, LLEVAD MI ALMA A LA COMPAÑÍA ETERNA DEL CORAZÓN DE JESÚS EN EL CIELO”
115 En la actualidad, suele pedirse en las cinco visitas que se hacen en el día del Corazón de Jesús: por los niños, las mujeres, los hombres, las autoridades y el clero.
116 Ese día es el Jueves, de ahí la práctica piadosa de los “Jueves eucarísticos”, en recuerdo del Jueves Santo, cuando Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía.
117 El viernes, por ser el día en que Cristo murió crucificado.
118 El sábado, día consagrado a la Virgen de un modo especial, tal como lo manifiestan algunas prácticas piadosas realizadas en su honor: la Felicitación sabatina, los cinco primeros sábados de mes, etc.
119 Sugiere, a continuación, el P. Loyola una serie de piadosas prácticas, no para realizarlas todas, sino para que cada uno escoja aquellas que más le puedan ayudar y alimentar su espíritu. La Iglesia pone ante los fieles una mesa inmensa, llena de prácticas piadosas, con las que alimentar a sus hijos. Se cumple así lo que dice el salmo 23: El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas....Preparas una mesa ante mí.., me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa”
120 Luis Blosio (1506-1566), belga y de noble familia, fue paje de Carlos V, entró en la abadía benedictina de Liessies y estuvo en contacto con los cartujos de Colonia, de donde le vino el afecto que siente por el Corazón de Jesús. Bebe también en las fuentes de Santa Gertrudis, Santa Matilde y Santa Catalina de Siena. Sus alusiones al Corazón de Cristo van casi siempre unidas a la Pasión del Señor. Como dice un autor moderno, Luis Blosio trasmite su influencia a San Francisco de Sales, cuya piedad está profundamente compenetrada con el misterio del Corazón de Jesús, y él, a su vez, traspasará esta herencia a Sta Francisca Fremiot de Chantal y a la Orden de la Visitación, donde podemos encontrar otra corriente de tradición, la de la Compañía de Jesús. Así la Orden de la Visitación conoce el misterio del Corazón de Jesús antes de Santa Margarita, aunque no ciertamente en la medida en que generalmente se cree, pues de lo contrario no se explicaría la resistencia que en su comunidad encontró la santa.  ((Cor Salvatoris, Josef Stierli, edit Herder Barcelona, 1953). La obra más importante de Blosio se intitula: Monile spirituale (Collar espìritual), traducido entonces a las principales lenguas europeas.
121 Juan Landsberger, que él latinizó en Lanspergius (1489-1539): Su piedad a Cristo paciente y su gran erudición le llevan a conocer y vivir una devoción bastante completa al Sagrado Corazón. Anima a la confianza total en El y a la entrega. Por influencia suya se conocieron en Europa las obras de Santa Gertrudis y del círculo del monasterio de Helfta. Tal vez su mejor obra sea:Pharetra divini amoris (La aljaba del amor divino) , que trata con bastante amplitud la devoción al Corazón de Jesús. (Cor Salvatoris)
122 Se adelanta Lanspergio a llamar al Corazón de Jesús tesoro y puerta, como lo harán más adelante las Letanías del Corazón de Jesús, aprobadas por la Iglesia. En ellas se invocará al Corazón de Jesús como “tesoro de los fieles” “Casa de Dios y Puerta del cielo”.
123 Ya Lanspergio anima a poner delante de nuestros ojos alguna imagen del Corazón de Jesús, según aquello de que “ojos que no ven, corazón que no siente”. No deja de ser llamativo la insistencia con que el Señor desea se dé a conocer a los fieles una imagen suya. Ya en el círculo de Paray-le-Monial existe enseguida la preocupación por hacer imágenes del Corazón de Jesús. Escribirá el P. Sáenz de Tejada: “Salida (esta devoción) de Paray, se extiende primero por los Monasterios de la Visitación de Dijon, Moulins y Semur; llega enseguida a Lyon y Marsella, salta hasta Inglaterra, avivando los gérmenes allí sembrados por el P. Claudio. Una circular de la Superiora de Dijon llevaba la feliz nueva a los 143 monasterios de la Visitación. El fuego divino va conquistando Francia, Italia, Saboya, Polonia, el joven Canadá...Circulan por doquier varios libritos y miles de estampas” (Vida y Obras de Santa Margarita, pg 68). La Madre Greyfié, abadesa del monasterio de Salesas de Semur escribe una carta a Santa Margarita contándole cómo han hecho un pequeño oratorio al Sagrado Corazón poniendo en él un cuadro del mismo y que le enviará una imagen en miniatura de ese cuadro. A esa carta, contesta Santa Margarita en enero de 1686, diciendo entre otras cosas: “...cuando he visto la imagen de este único objeto de nuestro amor que me habéis enviado, me ha parecido que renacía a nueva vida...No os puedo decir todo el consuelo que me habéis proporcionado, tanto al enviarme su amable imagen, como también al querer ayudarnos a honrarla con toda vuestra Comunidad. Esto produce en mí transportes de alegría mil veces mayores que si me pusierais en posesión de todos los tesoros de la tierra” (Carta XL, Vida y Obras de Santa Margarita, por el P. Tejada; pg 133)
124 el texto original dice “al cual”
125 El P. Diego Alvarez de Paz , jesuita, nació en Toledo el año 1560 y murió en Lima en 1620. Enseñó filosofía y teología en Lima. Escribió importantes obras de tipo ascético-místico, entre las que destaca la titulada De vita spirituali, publicada en Londres el año 1611.  (Diccionario Espasa, tomo XVIII)
126 Una de las jaculatorias típicas de esta devoción es la invocación: “Jesús, manso y humilde de corazón, haced mi corazón semejante al vuestro”
127 En las letanías del Corazón de Jesús dos veces se le llama fuente: Fuente de vida y de santidad, y Fuente de todo consuelo.
128 Según una leyenda medieval, muy extendida por Italia y Alemania, parece que Santa Ursula y sus compañeras mártires procedían de Inglaterra, siendo martirizadas por los Hunos en las cercanías de la actual ciudad de Colonia. Es la patrona de las estudiantes y de sus maestros. Su fiesta se celebra el 21 de octubre.
129  el texto original dice: apóstola
130 ¿Qué entendía el P. Loyola por las “islas Canadas”?
131 Aunque la Virgen María y los Santos son intercesores nuestros ante Dios, lo son en cuanto unidos al único Intercesor: Jesucristo. Jesús es intercesor nuestro por ser uno de nosotros en virtud de su encarnación y ser como la voz de la humanidad ante Dios. San Juan escribirá en una de sus cartas: “Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, al justo. El es propiciación por nuestros pecados. Y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero” (1 Juan  2, 1-2) y San Pablo nos dirá en su Carta a los Romanos: “Si Dios por nosotros ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros ¿cómo no nos dará con él todo lo demás? ¿Quién se atreverá a acusar a los elegidos de Dios? Siendo Dios quien justifica ¿quién podrá condenar? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió por nosotros? Y más, ¿el que fue resucitado? Y más aún, ¿el que está a la diestra de Dios? Y más todavía, ¿el que está intercediendo por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?” (Rom 8, 31-35)
132 Esta preciosa oración la atribuye el P. Loyola a la Venerable Madre María de la Encarnación. Según la vida , titulada El Siervo de Dios P. Bernardo F. De Hoyos, escrita por el P. Juan Duro González (Imprenta “Casa social católica”, 1928 – Valladolid) esta oración la atribuye el P. Camilo Mª Abad al compañero de Hoyos, P. Agustín de Cardaveraz. Pensamos que la autora es la M. María de la Encarnación. Esta oración les gustó tanto a Loyola y Hoyos que, al escribir la novena al Corazón de Jesús, la pusieron como oración final para todos los días. Cambiaron alguna que otra expresión, pero en lo fundamental aparece idéntica. Es una oración muy completa: en ella aparecen expresiones llenas de hondura: os adoro, os amo, os conozco, deseo satisfacer, pido la conversión de todos, presento sobre este Corazón a vuestros siervos. Es una oración que aun hoy día sigue rezándose en bastantes lugares
133 Aparece aquí el Corazón de Jesús en el seno de la Trinidad
134 Como en la espiritualidad de la M. María de la Encarnación, también en el P. Bernardo el Corazón de María cobra una relevancia especial y así aparece en diversas partes de sus escritos. Cuando el 8 de diciembre de 1729, fiesta de la Inmaculada, se entrega Hoyos a la Virgen María no ya como esclavo, sino como hijo, tiene una visión imaginativa del Corazón de María, que él describe así: “Abrióse este bellísimo y divino corazón que era el Corazón amabilísimo de María Santísima, y reparó Bernardo que estaba allí guardado su corazón. Cerróse luego el Corazón de María y desapareció la visión” (Vida, libro II, cap 5, pár 30)
135 En la edición de Madrid (1736) aparece a continuación otra práctica, sacada de la V. M. Sor María Angela Astorch, fundadora de las Madres Capuchinas de Zaragoza y Murcia, por la que ofrece sus obras al Corazón de Jesús a favor de las almas del Purgatorio y firma este ofrecimiento en el convento de Nuestra Señora de la Porciúncula, de Capuchinas Descalzas de Zaragoza, día de la Transfiguración del Señor de 1640. (Tesoro escondido, edición de Madrid, pgs. 129-134)
136 Por todos los indicios, se trata de la revelación que tiene el 27 de diciembre de 1673 cuando estaba orando en el coro bajo ante la presencia de Jesús Sacramentado. Margarita desempeñaba en aquella época el oficio de enfermera del convento y enseguida sería destinada, como ayudante, al pensionado que regentaban las Salesas de Paray-le-Monial, donde se educaban catorce jóvenes de distinguidas familias.
137 Describe aquí Santa Margarita las “insignias” con que será pintado el Corazón de Jesús en sus primeros cuadros y láminas primitivas. Son cuatro estas “insignias”: llamas de fuego, una llaga en el corazón, una corona de espinas que le ciñe y la cruz encima de él. Estas insignias son simbólicas y, como tales, expresan algo profundo y real, como es el amor inmenso de Cristo a los hombres.
138 Una de las letanías del Sagrado Corazón alude a este pensamiento: “Corazón de Jesús, rico para con todos los que te invocan”
139 Es llamativo cómo el Señor desea que su imagen sea realmente conocida y venerada por los fieles “para que con tan amable objeto se ablandase la dureza de sus corazones”. No sólo en Santa Margarita observamos esto; últimamente, en las revelaciones a Santa Faustina Kowalska observamos lo mismo. Esta Santa que muere en 1938, ha sido declarada Santa por Juan Pablo II el 30 de abril del año 2000 y considerada por él como la Apóstol de la Divina Misericordia. Todo el mundo conoce la imagen de Jesucristo que ha sido popularizada por ella y su congregación religiosa. En el Diario de Santa Faustina, le dice un día el Señor: “Pinta un cuadro según me estás viendo, con la invocación: Jesús, confío en Ti. Quiero que se venere en el mundo entero. Los dos rayos que salen de mi Corazón significan la Sangre y el Agua que brotaron el día de mi Sacrificio en la Cruz. El pálido significa el Agua que purifica las almas. El rojo, la Sangre que les da vida. Prometo que el alma que venere ese Cuadro, no se perderá. Prometo, ya aquí en la tierra, la victoria sobre los enemigos y, sobre todo, a la hora de la muerte Yo mismo la defenderé como a mi Gloria” (Diario de Santa María Kowalska, ediciones Levántate, 2003, Granada.). Del interés con que tanto Santa Margarita y también el P. Bernardo de Hoyos tuvieron en difundir las imágenes del Corazón de Jesús, ya hemos hablado.
140 A partir del P. Bernardo de Hoyos, que comenzó a expandir por toda España la imagen del Corazón de Jesús surgirá un movimiento, sobre todo en la Compañía de Jesús, de erigir pronto altares al Sagrado Corazón y de hacer no sólo cuadros, sino estatuas del Corazón de Jesús. Primeramente se representa la “víscera” como tal, en consonancia con las imágenes popularizadas ya en Francia e impresas en algunos libros, como por ejemplo, el del P. Gallifet, que Hoyos encontrará en la biblioteca de su Colegio de San Ambrosio. El mismo mandará pintar para su Novena en Valladolid un cuadro semejante. Antes de que sobrevenga la extinción de la Compañía de Jesús en 1773, encontramos en muchas de las iglesias que tuvo la Compañía la efigie del Corazón de Jesús, en altorrelieve por regla general. Así aparece aún hoy en las antiguas iglesias de la Compañía de Jesús en Bilbao, en León, en Oviedo; así aparece en la parroquia de Torrelobatón, el pueblo natal de Bernardo (aquí unidos ambos Corazones, de Jesús y de María). Esto sin contar los cuadros más antiguos, sólo unos años posteriores a la muerte de Bernardo, que podemos encontrar en la Colegiata de Villagarcía de Campos. Años más tarde, la Santa Sede prohibirá pintar solamente la víscera del corazón y éste aparecerá en el costado de Cristo, como lo vemos en la actualidad.
141 El P. Loyola se apoya en la Palabra del Señor: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Se recogen acaso racimos de los espinos, o higos de los cardos? Todo árbol bueno da buenos frutos, y todo árbol malo da malos frutos. El árbol bueno no puede nunca dar malos frutos, ni el árbol malo darlos buenos”. (Mt 7, 16-18)
142 Del libro Insinuatio divinae pietatis, pars IV, cap 4.
143 Santa Margarita habla frecuentemente en sus cartas de los preciosos frutos, que en las almas produce la devoción al Corazón de Jesús. Esparcidas en ellas, podemos encontrar las clásicas 12 Promesas del Sagrado Corazón a quien sea devoto suyo: “daré paz a sus familias, los consolaré en sus aflicciones, seré su amparo y refugio seguro durante la vida y principalmente a la hora de la muerte, las almas tibias se harán fervorosas, las fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección, daré a los sacerdotes la gracia de conmover los corazones más endurecidos, los que practiquen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él, etc.
     En carta al P. Croiset de 15 de septiembre de 1689, le dice: “Este divino Corazón es una fuente inagotable, en la cual hay tres caños que fluyen sin cesar: el primero, de misericordia para los pecadores...; el segundo, de caridad que se difunde para socorro de todos los desgraciados...; del tercero brotan el amor y la luz para los amigos perfectos que quiere unir consigo mismo... Este divino Corazón es como un árbol hermoso...Este árbol está cargado de toda suerte de frutos buenos y saludables, propios para sanar del veneno del pecado y devolver la vida al alma. Y como El no quiere que un fruto tan precioso permanezca escondido y sin provecho, ha escogido a los Reverendos Padres Jesuitas para distribuirlo y hacer gustar su dulzura y suavidad a todos y cada uno, descubriéndoles cuán útil y provechoso será para las almas que de él se alimentaren con las disposiciones requeridas”.
     Y en otra carta, dirigida a su Director espiritual: “No sé yo que haya en la vida espiritual ningún ejercicio de devoción más propio para elevar el alma en poco tiempo a la más alta perfección y hacerle gustar las verdaderas dulzuras que se encuentran en el servicio de Jesucristo. Sí, lo digo con toda seguridad: si se supiera cuán agradable le es a Jesucristo esta devoción, no habría un solo cristiano, por poco amor que tuviera a este amable Salvador, que no la practicara enseguida. Haced, sobre todo, que la abracen las personas religiosas, porque sacarán de ella tantos auxilios que no será necesario otro medio para restablecer el fervor y la más exacta regularidad en las comunidades menos observantes, y para llevar a la cumbre de la perfección a las que viven en mayor regularidad...” (Vida y Obras de Santa Margarita María, P. Sáenz de Tejada, cartas)
144 Vale la pena poner aquí algo referente a la relación entre Santa Margarita y la Compañía de Jesús. De hecho, fue el P. Claudio de la Colombière, Superior en aquellos años de la pequeña Residencia que los Jesuitas tenían en Paray-le-Monial, el destinado por Dios para dirigir a su Sierva Margarita y ayudarla a llevar a cabo la tarea que el mismo Jesucristo le había confiado.
     En carta del mes de julio de 1688 a la Madre de Saumaise escribe así la Santa: “Os diré que, habiendo tenido la dicha de pasar todo el día de la Visitación delante del Santísimo Sacramento...se me representó un lugar muy eminente...y en él estaba el amable Corazón de Jesús con su llaga que despedía rayos tan ardientes y luminosos, que todo aquel espacio quedaba iluminado y caldeado con ello. La Santísima Virgen estaba a un lado y San Francisco de Sales al otro con el santo Padre de la Colombière; y se veía en aquel lugar a las Hijas de la Visitación...
     Después, volviéndose hacia el buen Padre de la Colombière, esta Madre de bondad le dijo: Y tú, siervo fiel de mi divino Hijo, tienes gran parte en este precioso tesoro: pues, si fue dado a las Hijas de la Visitación conocerlo y distribuirlo a los demás, está reservado a los Padres de la Compañía hacer ver y conocer su utilidad y valor, a fin de que se aprovechen de él, recibiéndolo con el respeto y agradecimiento debido a tan gran beneficio. Y a medida que le den este gusto, el divino Corazón, fuente de bendiciones y de gracias, las derramará tan abundantemente en el ejercicio de su ministerio, que producirán frutos superiores a sus trabajos y esperanzas, incluso para la salvación y perfección de cada uno de ellos en particular”
     Más adelante, el 17 de junio de 1689, escribía así a la misma Madre de Saumaise: “Este divino Corazón desea ardientemente ser conocido, amado y honrado particularmente por esos buenos Padres (Jesuitas), a los cuales promete, si no me engaño, derramar de tal modo la unción de su amor sobre sus palabras con gracias tan intensas y poderosas, que serán como una espada de dos filos, que penetrará en los corazones más endurecidos de los más obstinados pecadores, para hacer brotar de ellos la fuente de una verdadera penitencia que purifica y santifica a las almas. Mas para esto es preciso que procuren sacar todas sus luces del manantial del Sagrado Corazón. Mucho podría deciros sobre esto, porque hay en esta santa Compañía grandes amigos de Dios”.
     Y probablemente en la última carta que escribe al P. Croisset, el 10 de agosto de 1689, se expresa así: “Mas, aunque este tesoro de amor sea un bien propio de todo el mundo y al que todos tienen derecho...; pero está reservado a los Reverendos Padres de la Compañía de Jesús el hacer conocer el valor y la utilidad de este precioso tesoro, del cual cuanto más se saca, más queda por sacar. No dependerá, pues, más que de ellos el enriquecerse abundantemente con toda suerte de bienes y de gracias.. Mucho espera El de vuestra santa Compañía para este objeto y tiene sobre ella grandes designios. Esta es la razón por la que se ha servido del buen Padre La Colombière para dar comienzo a la devoción de ese adorable Corazón...”  (Obra citada, cartas)
     El P. Bernardo de Hoyos será en España ese hombre providencial, escogido por Dios, para hacer realidad el culto y la devoción a su Corazón en nuestra Patria. El P. Hoyos conoció los escritos de Santa Margarita y sin duda que fueron un acicate para él. Junto con Santa Gertrudis y Santa Magdalena de Pazzi era una de las santas más cercanas a él.
145 Ya en tiempos de Bernardo de Hoyos sobresalieron algunos Pastores en acoger y fomentar esta devoción y culto al Corazón de Jesús. El P. J. Eugenio de Uriarte, S.J. cita varios de ellos en su libro El Reinado del Corazón de Jesús en España. Destacamos el arzobispo de Burgos, Dn. Manuel de Samaniego y Jaca, que fue el gran bienhechor de Bernardo, pagando de su bolsillo la primera edición del “Tesoro escondido”. Murió retirado en Logroño en 1744, nueve años después que el P. Hoyos. En la Oración fúnebre, predicada por el jesuita Padre Mucientes, dirá éste: “El culto al suavísimo Corazón de Jesús era una de las empresas de su celo..., por todos los medios procuró que se extendiese en todas partes”. Otro promotor de este culto fue Don Pedro de Copons, obispo de Tarragona, que supuso para Cataluña lo que Don Manuel para Castilla. De su labor apostólica escribirá el P. Fita: “Promovió la devoción al Corazón de Jesús en términos que, no contento de aprobar la congregación establecida por los PP. Jesuitas en su templo de Tarragona, no dejó parroquia, por grande o mínima que fuese... sin que extendiese y arraigase en cada una de ellas un culto, que para su celo pastoral parecía ser el blanco supremo”
     Igualmente promotor fue el obispo de Lérida, Fray Gregorio Galindo, que gobernó su diócesis de 1736 a 1756, del que nos dirá su cronista que “...por conclusión de todos sus sermones, gritaba exhortando a los oyentes a que gritasen: Alabado sea el sagrado Corazón de Jesús. De hecho, la primera iglesia consagrada por este obispo en Lérida fue dedicada al sagrado Corazón de Jesús. También el obispo de Orihuela, Don Elías Gómez de Terán, se distinguió en la propagación de este culto; de él se ha escrito que “era tan marcada su devoción al sacratísimo Corazón de Jesús, que casi en todas sus obras dejó impresas las huellas de su tierna devoción”. Este obispo fue quien fundó en Monovar, el 31 de mayo de 1743, la Congregación del Corazón de Jesús, cuya cláusula de fundación, muy interesante por cierto, se conserva gracias al relato que nos dejó su Párroco, Sr. Terán, quien regentó la parroquia de 1738 a 1758.
     En 1738 se reúne el Concilio provincial de Tarragona para pedir al Papa el oficio y misa del Sagrado Corazón, pero no obtienen el logro de su petición. Insistirán de nuevo en 1745, aunque con idéntico resultado. No obstante, esto prueba el interés que despertaba en bastantes Pastores el culto y la devoción al Corazón de Jesús. Son estos Pastores celosos los que desea el P. Loyola que abunden para que traigan “a todas sus ovejas a beber en las saludables aguas de esta dulcísima fuente”  (Principios del Reinado del Corazón de Jesús en España, P. José Eugenio de Urtiarte, edit Mensajero, Bilbao 1912)
146 Al concluir este Párrafo IV, en la tercera edición de Madrid (1736) introduce un capítulo nuevo, titulado: Novena al sacratísimo Corazón de Jesús, sacada de las sólidas prácticas del capítulo precedente. Habla del fin de la novena, que es corresponder al amor de Jesucristo y resarcir sus injurias, especialmente las que recibe en la Eucaristía; y cómo el mejor tiempo para hacerla es desde el día del Corpus al viernes inmediato a la Octava. A continuación habla de los diversos obsequios que pueden hacerse durante la Novena, como confesar y comulgar el viernes primero de mes, hacer ese día las cinco visitas al Señor, tener algún rato de oración, dar alguna limosna, contribuir a extender el culto y devoción al Corazón de Jesús, etc. A continuación viene la Novena al Corazón de Jesús. Sin duda, es la Novena que escribió el mismo P. Juan de Loyola y retocaron en algunos matices los Padres Hoyos, Cardaveraz y Calatayud, y es la que enviaban por toda España. Según dice el P. Máximo Pérez en su libro El poder de los débiles, la primera edición de la Novena constaba de 34 páginas y salió de los talleres de Antonio de Villagordo, en Salamanca, el año 1735. Solían meter una estampa del Corazón de Jesús y la novena en un sobre, donde escribían: A N. N. de N. que Dios guarde muchos años, en la ciudad (o villa) de N. Y si es que lo enviaban a alguna comunidad religiosa añadían en una breve nota: El que remite a V. Esta estampa y novena, le ruega se digne introducir en su santa comunidad la devoción al Corazón de Jesús, y suplica a todas las religiosas que comulguen todos los primeros viernes de cada mes. Respecto a la estampa del Corazón de Jesús sabemos que la primera lámina que recibió el P. Hoyos venía de Roma y era obra de Massini; es la que Hoyos había visto reproducida en el libro del P. Gallifet, que encontró el 3 de mayo de 1733 en la biblioteca del colegio de San Ambrosio. Sin embargo, la mejor lámina que vino también de Roma era obra del grabador catalán Miguel Sorelló. Estaba hecha en 1735 antes de la muerte de Bernardo y fue la que más se difundió; en ella venía una inscripción destacando que ese Corazón se había aparecido a Santa Margarita adornado con estas insignias (la cruz, las llamas, la corona de espinas y la llaga) y que se había hecho esculpir en su natural forma y grandeza como suele tener el del cuerpo humano.( El poder de los débiles, pgs 167)
     La novena comienza con una oración introductoria, bastante conocida incluso en nuestros días: ¡Oh Corazón divinísimo de mi amado Jesús, en quien toda la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias! Concededme un corazón semejante a vos mismos y la gracia que os pido en esta Novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestro sagrado culto y bien de mi alma. Amén”. Luego viene la oración propia de cada día, en que se van considerando diversos aspectos del Corazón del Señor (templo, espejo, puerta, camino....etc), seguida de tres padrenuestros y Avemarías en reverencia de las tres insignias de la Pasión (cruz, corona de espinas y llaga) con las que quería Jesús se pintasen sus imágenes y se expusiesen a la veneración de los fieles. Sigue la novena con la oración de la M. María de la Encarnación, que ya conocemos (Oh Padre Eterno, por medio del Corazón de Jesús, mi vida, mi verdad y mi camino....) y concluye con un responsorio y una oración en latín, referentes al Sagrado Corazón. A continuación viene otro responsorio con su oración en latín y referido al Corazón de María, con esta nota previa: se puede hacer conmemoración del Corazón de María. Concluye este capítulo que introduce Loyola en la nueva edición de Madrid con unos Gozos al Corazón de Jesús (se trata de unas estrofas, probablemente para ser cantadas y que terminan con un mismo estribillo: ¡Oh divino Corazón! Sed centro de mis anhelos.

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